Desafortunado estaba durmiendo plácidamente en una cómoda
cama de matrimonio al lado de su mujer Desafortunada. Un ruido, casi inaudible
le despierta. Su primera reacción fue la de mirar el despertador que marcaba
las tres y seis minutos de la mañana.
Se giró para ver si su mujer también se había despertado,
sin embargo, seguía durmiendo. Con cuidado, se levantó y fue al armario donde
escondía una pistola. Le colocó las balas en la recamara y se deslizó a las
escaleras que iban hasta la primera
planta donde procedía el ruido antes escuchado.
A Desafortunado le iba el corazón a cien por hora, aunque se
comprara el arma, nunca pensó que se encontraría en la situación de tener que
disparar a alguien.
Bajó uno a uno los escalones hasta llegar a la entrada, la
puerta de la entrada estaba cerrada, se dirigió con cuidado hacia la cocina, no
vio nada inusual así que se acercó hasta el comedor y después, a la habitación
de invitados. Pero no nada.
De repente, escuchó un ruido fuerte en la segunda planta
donde estaba su mujer y sus dos hijos durmiendo.
Sin pensarlo dos veces y con el corazón en un puño, subió de
dos en dos los escalones y entró en la habitación de los niños. En ella, se
encontraban tres hombres encapuchados que estaban abriendo todos los cajones y
armarios en busca de dinero o cosas de valor.
Al ver a Desafortunado, uno de los encapuchados cogió a uno
de sus hijos y le colocó la navaja en la yugular y le dijo:
-Atrévete a disparar y verás morir a tu hijo.
Mientras Desafortunado pensaba qué hacer, los otros dos
hombres saltaron por la ventana.
Y entonces pasó…las sirenas de la policía se escuchaban cada
vez más cerca. El otro hijo se acercó corriendo a la ventana para pedir ayuda.
El ladrón, quería salir de allí como fuese así que empujó
hacia Desafortunado el hijo que quería degollar y se fue hacia el otro niño.
Sustadizo estaba paralizado sin poder moverse así que el
ladrón, para quitarlo de su camino, hizo ademán de apuñalarlo. Sin embargo, el
cuchillo, no llegó a rozar la piel de Sustadizo.
Desafortunado puso el valor
suficiente para disparar al ladrón y terminar con su vida.
Los dos ladrones que quisieron escapar fueron apresados y
acusados de intento de robo con fuerza en la casa habitada del señor
Desafortunado con una pena de un año en prisión a cada uno.
Sin embargo, el señor Desafortunado, no tuvo la misma
“suerte”. Se le acusó de delito de homicidio con una pena de siete años en
cárcel y con un dinero X que tenía que pagarles a los hijos de la víctima.
A pesar de todo, Desafortunado no estaba tan mal entre
rejas. Al menos, su hijo seguía en vida y eso es lo que le daba las fuerzas
necesarias para seguir con la condena.
El mito antes redactado tiene un trasfondo interesante.
Determina que la persona tiene unos valores que cumple por encima de todo. En
el caso de Desafortunado, los valores que tiene es su familia que es lo más
preciado que tiene y haría cualquier cosa para que no les pasara nada incluso
si es saltarse alguna ley impuesta, como la de no matarás.
En la redacción también se habla de una justicia justa
propia y de una justicia que a veces no son la misma.
A la hora de introducir el mito en mi oficio, mi idea es que
refleje la capacidad de ser justo a uno mismo y de demostrar que soy una
persona con valores capaces de defender.
Si ahora tuviera un cliente, se podría reconocer con el
papel del hijo y yo como el padre. Por lo tanto, se pretende que el cliente se
sienta más seguro y capaz de confiar en alguien “que le pudiera salvar la vida”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario